Wednesday, September 30, 2009

Desvelando el Lado Oscuro: Crímenes de Honor en La Tierra de Saba

Kabir Mushkila (Un Gran Problema)

Las bocanadas de humo bailan sensualmente en esta apocalíptica visión de cafetería. Es el lugar más acudido en este poblado olvidado en medio del desierto. Las telarañas cubren todas las esquinas y el fuego del cocinero invade la intimidad de los visitantes. El suelo de tierra es ligeramente encubierto por varias lonas agujeradas que acarician las calvas y cabelleras de los clientes. Al caer la tarde, los hombres Haysianos han terminado de masticar su narcótico preferido, la venerada hoja de Qat, y ahora se reúnen para quitarse la amargura que ha quedado en su boca con una melificada taza de té y un cigarrillo retozón. Octubre por fin comienza a sentirse, en el sosegado calor que ya comienza a disminuir su agresión contra las sombras. “No sé lo que voy hacer”, me comenta Khaled, un personaje local que cabizbajo me confiesa el enorme problema que lo atormenta desde hace días. “Los hermanos de mi prometida amenazan con quitarle la vida si se casa conmigo”, me comenta confundido, su rostro entonando los gestos albergados en la parte más oscura del alma humana. “Dicen que como mi padre tiene sangre africana, no soy árabe puro”, indignado me confiesa. “Pero como que van a matarla! ¿Me imagino que no están hablando en serio, verdad?”, le comento alarmado, mientras encrespado trato de apaciguar mis ansias. “No conoces a esta gente Alan, son capaces de cualquier cosa”.

¿Será verdad?

En Yemen y en otros países del Medio Oriente, los crímenes de honor son lamentablemente comunes. Muchas familias están dispuestas a quitarles la vida a sus propios familiares, si estos de alguna manera amenazan la reputación de su clan. La mayoría de víctimas son mujeres que han cometido adulterio, han rechazado una boda concertada, o han sido víctimas de alguna agresión sexual. También se ha dado el caso de familias aplicando la dura ley cuando descubren tener algún hijo homosexual. Generalmente, los agresores les comunican a sus vecinos que su familiar se ha ido de viaje al exterior y que no va a regresar por un largo tiempo. En muchos de estos países la ley condona este tipo de crímenes. En Jordania, el artículo 340 del código penal establece que “aquel que descubre a su esposa o a cualquier mujer de su familia cometiendo adulterio, y este mata, hiere, o lesiona a cualquiera de estas, la persona estará fuera del alcance de la ley”. La razón detrás de esta práctica milenaria se debe a la creencia de que una mujer impura destruye no solo su reputación, sino el nombre y el honor de toda su familia. En algunos casos, la madre puede apoyar un crimen honorifico para preservar el honor del resto de sus hijas, ya que muchos hombres se niegan a casarse con la hermana de alguna mujer que haya cometido algún acto impuro si la familia no le aplicó la ley de honor. En fin, la UNDP estima que anualmente las víctimas de crímenes de honor superan las cinco mil víctimas.

La Disyuntiva de Khaled

Es por esto que el rostro de Khaled expresa emociones muy reales. “Olvídate de Lamis y utiliza el dinero que tienes ahorrado para casarte con cualquier otra mujer”, le aconseja Bakheel, un sabihondo largo y flaco que enseña a sordomudos hablar por señas. “Llévate del ejemplo mío y de Abdullah, ya que ambos nos casamos con mujeres que no conocíamos y pudimos forjar familias muy exitosas. Acuérdate que el amor surge antes o después del matrimonio. El orden de los factores no altera el producto”. “Creo que eso haré, Bakheel”, nos confirma Khaled, ya desesperado por conseguir una compañera luego de treinta años de soledad. “Lo difícil es que después de más de un año de compromiso, todavía ni le he podido ver la cara a esa bendita mujer”, amargado nos murmura. Mientras miro a mí alrededor y observo la multitud de hombres bebiendo té en este insólito lugar teñido de matices dantescos, solo me acuerdo de una expresión que decía la madre de un amigo: “Agarren a sus gallinas que mi gallo anda suelto”. En Yemen, todos los gallos andan sueltos, pero las gallinas no hay quien las agarre.

Friday, September 25, 2009

Bodas Tribales: Vislumbrando Esencias


La sutil cadencia de una flauta derrite el silencio atávico con su serpentina melodía. El día es jueves; las montañas aledañas a Sana’a han empezado el festejo. Nos acercamos lentamente; las rocas del camino y las centurias de individuos que tapizan las calles disminuyen nuestra prisa. Hay un océano de hombres vestidos de blanco, cinturón dorado en cintura, y Jambiyah* en frente. Una niña se pasea risueña entre los mortales, cargando una cantina que esparce el dulce olor a incienso que suavemente se apodera de la atmosfera, metamorfoseándose en el abismo de virilidad que clama el momento. Mientras agitadamente me sumerjo en la algarabía, el ritmo de un tambor se apodera de las almas, recordándonos súbitamente la esencia de la ocasión: luego de 27 años de espera, Ahmed Hussein caerá por primera vez en los brazos de su diosa. La fresca brisa de la sierra se siente a piel desnuda, mezclándose animosamente con el evento más sagrado de esta tierra: la unión de un hombre y una mujer. La flauta sigue hipnotizándonos y el tambor elevándonos. A su son, quince voluntades tribalmente danzan al son del compás, dibujando garabatos en el aire con sus Jambiyahs en mano, que vigorosamente despliegan su belleza letal. De repente, un sigilo inesperado aturde a los presentes. A la distancia, se observa el automóvil que carga al dichoso rápidamente aproximándose. La afonía lentamente va incrementándose, y explota como una erupción cuando este sale del vehículo. Un turbante negro cubierto de rosas rojas cubre su cabeza. En su hombro descansa un sable dorado, fálicamente simbolizando su hombría. Sus serias facciones son incapaces de ocultar la emoción infantil que lleva dentro. Luego de ser embestido por decenas de cámaras que capturan el momento, se escucha una voz anunciando el banquete. Una enorme puerta de metal se abre y todos los invitados salen disparados a llenar sus estómagos. Las largas pailas de arroz con chivo, ensalada, fatha, y otros platos locales adornan los largos y estrechos manteles que se encuentran en todos los pasillos y habitaciones de la casa. Los presentes se sientan en cuclillas a meterle mano a todo lo que se encuentra en frente. En quince minutos ya todo se ha consumido, y los invitados ya se han dispersado. Solo quedo yo, que me he tomado mi tiempo, y un yemenita que ha decidido no dejarme atrás. Al salir, la fiesta esta inflamada de pasión. Los bailarines ya no son hombres, parecen espejismos que han brotado del centro de la tierra, cargando con ellos el implacable espíritu tribal que como relámpago transmiten la fuerza de esta rebelde nación. Las mujeres, que se encuentran encerradas en las casas contiguas, vocalizan sonidos semejantes a los de alguna tribu amazónica. La procesión ha comenzado, los bailarines adelante y el novio atrás. Todos van bailando y avanzando por las estrechas calles rumbo al destino final: una carpa repleta de Qat. Al llegar, la música termina y los bailarines recuperan su estado normal. Delicadamente cada quien toma la porción adecuada, y se sientan en un enorme circulo a masticar su hoja preferida. Las próximas cinco horas se consumirán allí, mientras todos rumean la mágica hoja, poniéndole final a la especial ocasión. Esta noche Ali Ahmed reconfirmará su hombría. Cuando le pregunten “¿estás casado?”, orgullosamente podrá confirmar que sí, que ya conoce el más misterioso ser que ambula en su tierra: la mujer yemenita.

*Jambiyah: Cuchillo curvo tradicional

Monday, September 21, 2009

Fin del Mes de Ayuno: El Ramadan y otras reflexiones

Ha terminado el Ramadán, mes de ayuno y devoción, de largas noches y conmoción, de pueblos completos pasando hambre en nombre del Creador, de calor humano y de clamor. El Ramadán se ha consumado, ya el pueblo se ha embriagado de la idea de Dios. Mientras el último día de Ramadán se desliza silenciosamente en el vaivén de las horas, la fuerza del Islam se hace evidente en este corazón de tierra que late al ritmo de su prosa. El Corán es sin duda el eje central que moldea la geografía cultural, social, y espiritual de esta idea llamada Medio Oriente. Es por eso que la segunda pregunta de todo Yemenita es, “¿eres musulmán?”, luego de la primera, que se concreta en el “¿de dónde eres?”, probablemente para justificar la primera. Antes de llegar a Yemen, nunca imaginé que una religión podría ejercer tanta influencia en el diario acontecer de la vida de una nación. Como me dicen los devotos y no tan devotos, “es que es imposible que un ente humano haya escrito el Corán. Si pudieras entender todo lo que dice, y la manera en que cada palabra está perfectamente sintonizada con el resto, te darías cuenta que usar nuestro lenguaje de esa manera, tan sublime y perfecta, es imposible para un ser de carne y hueso”. Este impulso de piedad que ejerce el hipnótico y extraordinario libro sagrado, se ratifica de mil y un maneras: en el hecho de que el único libro que se observa leyendo es este; en que las personas oran en cada rincón en la hora de oración, incluyendo la acera y los contenes. Se expresa en la habitual utilización de la palabra “Harám!” (generalmente enunciada utilizando el signo de exclamación), que se podría traducir como pecado en nuestro idioma cristiano, o como algo indecoroso y prohibido. Se refleja en el hecho de que existen mezquitas en cada esquina, incluyendo lugares como supermercados y estaciones de policias. En fin, todas las facetas de la vida en Yemen son directamente influenciadas por el encanto de este conjunto de ideas que se encuentran incrustadas en lo más profundo del alma de esta nación. La naturaleza de la violencia es también un producto de esta vigorosa religión. El crimen común, incluyendo los homicidios, las violaciones, el consumo de drogas, los atracos, y todas las demás plagas que afectan nuestras naciones, ocurren raramente en este país. La mayoría de delitos están relacionados con el honor, como cuando dos tribus se acribillan por generaciones; por el poder, como cuando tribus secuestran extranjeros para influenciar las decisiones del gobierno (en la mayoría de secuestros las víctimas son tratadas como huéspedes, lo que explica el común síndrome de Estocolmo) ; o por la misma religión devorándose como una serpiente de dos cabezas, como cuando el gobierno bombardea los rebeldes shiitas, para exterminar aquellos que conspiran contra el régimen del país. Por eso, caminar a las cuatro de la mañana por las calles de Sana’a es un hecho que no presenta ningún problema. Explica la razón del porqué mis compañeras de trabajo se sienten seguras montándose en un taxi a cualquier hora del día, sin importarle que anden solas. Explica el hecho de porqué el cuerpo femenino se considera sagrado, y el porqué muy pocos hombre se atreven a difamar la reputación de una mujer. Cada día que pasa, me siguen sorprendiendo la cantidad de prejuicios que guardamos en Occidente sobre esta mítica tierra. Arabia es un lugar lleno de valores, que ha sido maltratada por la ignorancia de una especie que fácilmente se deja llevar por las formas. En esta última noche de Ramadán, el aliento exquisito de esta gama de hombres se despliega honrosamente frente a mí, y me apena el hecho de que solo tengamos acceso a todo lo negativo que sale de este lugar. La manera en que nos han moldeado es un hecho que constantemente me consterna: cuando vemos imágenes del holocausto judío, sentimos una grandiosa y oronda pena por todos aquellos que murieron. Cuando nos muestran imágenes de los terribles crímenes cometidos en Gaza, de alguna forma nos hacen sentir que se lo merecen. Cuando nos enseñan imágenes de los americanos ‘luchando contra del eje de la maldad’ en lugares como Iraq, liberando a la nación de las atrocidades de monstruos como Saddam, nos lo presentan como algo digno y noble. Cuando escuchamos que más de medio millón de iraquíes han muerto violentamente luego de la invasión americana, de alguna manera nos lo justifican, y como tontos, nos lo creemos. Hermanos, es hora de que nos liberemos del yugo ideológico al que estamos constantemente subyugados. Abramos los ojos y despertemos a la realidad que tristemente se concretiza frente a nosotros. Anoche miraba las noticias con un grupo de yemenitas, y presentaron imágenes de los prisioneros en Guantánamo siendo brutalmente torturados. Mientras la última noche de Ramadán llegaba a su fin, la indignación de aquellas imágenes se volcaban en mi alma, y me despedí de mis generosos huéspedes. Es hora de que cambiemos el rumbo de este siglo. Es hora de que la tolerancia, el respeto, y la compasión sean el pináculo de valores que unan esta gloriosa y diversa gama de culturas que componen nuestra tierra. La manera más importante en que podemos contribuir es cambiando nuestra actitud. Es lo único que puede prevenir otro mar de sangre como lo ha sido el inicio de nuestro nuevo siglo.




Unamonos todos este 21 de septiembre a celebrar "Paz un dia". Aqui se ha sentido esta campana en los medios de comunicacion. Es hora de que le pongamos fin al monstruo de la guerra. Un abrazo a todos!

Tuesday, September 15, 2009

Bayt Baws: Espejismos de otros tiempos








Sobrevolando a Sana’ a, las ruinas de Bayt Baws se distinguen a lo lejos, como un fantasma despechado aferrándose a su amada. Ir allí es fusionarse en las llanuras del pasado: las formidables estructuras construidas peñasco sobre peñasco, las antiguas inscripciones del lenguaje de Saba, y la significativa y reveladora presencia judía , hacen de este misterioso lugar no solo un tesoro arqueológico, sino un santuario donde aquellos que han olvidado la tolerancia pueden recordar mejores épocas. Hoy en día, es imposible entrar a Yemen con una estampa judía en el pasaporte. En la época gloriosa de Bayt Baws, los judíos y musulmanes vivían lado a lado (hasta el 1949, cuando todos los judíos iniciaron su diáspora a la tierra ‘prometida’), conviviendo pacíficamente de una manera fraternal y entrañable, siendo las últimas pruebas de este contundente pasado la mezquita y la sinagoga que conviven adyacentemente, que al igual que la relación entre los dos grupos, han sido desfiguradas por el tiempo. Los últimos pobladores de Bayt Baws residieron allí hasta el principio de los años noventa. Hoy en día solo queda una familia, que según ellos, han residido allí por cientos de generaciones. Mohammed es un orgulloso miembro de la última familia residiendo en Bayt Baws. Su estrecha figura y energético temperamento adornan el paisaje ancestral, inyectándole al lugar la presencia necesaria para humanizar la mágica comarca. Su carácter hospitalario inmediatamente se hace evidente cuando nos invita a tomar té en su hogar. “Por favor, pasen adelante”, cordialmente nos invita, abriendo las puertas de su antiquísima residencia, que sin duda guarda un millón de secretos. Mientras lentamente me sumerjo en la oscuridad de aquel mítico hogar, me estremece la simplicidad y la llaneza que encubren sus paredes. “Por favor, tomen asiento”, Mohammed nos indica, mientras su esposa nos deja una bandeja con varias tazas de té a la puerta de la pequeña habitación, tratando de ocultar su voz y su rostro. “Nuestros hermanos los judíos vivían de aquel lado del poblado”, me aclara Mohammed, su mirada reflejando la nostalgia de tiempos pasados. “Para que entiendas la relación que albergábamos en aquella época, es necesario que te haga una historia”. Mientras se bebe un sorbo de té y se echa unas cuantas hojas de Qat a la boca, un sagrado silencio penetra la habitación. “Ali Ahmed era un hijo de este pueblo, y en 1973 se unió a los Egipcios para luchar contra los Israelitas. Siempre estuvo muy consternado por la situación de nuestros hermanos Palestinos, que han sido oprimidos, pisoteados, y degradados por el pueblo Judío. Una mañana de Octubre, Ali Ahmed partió hacia Egipto, que se preparaba para combatir a los Israelíes, listo para entregarse de lleno la causa Palestina. Ya en plena batalla, su brigada avanzaba exitosamente y todo indicaba que la victoria estaba cerca. De repente, para la sorpresa de los egipcios, un contraataque Israelí destruyo la mayor parte de su maquinaria beligerante, y muchos de sus compañeros fueron acribillados por el ejército Israelí. Mientras Ali Ahmed yacía en la arena del caliente desierto de Sinaí, adolorido por una estilla de metal que había traspasado su pierna, fue apresado y llevado junto con decenas de soldados Egipcios a una base militar. Allí, Ali Ahmed fue torturado y atormentado, mientras algunos de sus compañeros eran fusilados por no cooperar con la inteligencia Israelí. Unos días después, un teniente Israelí se preparaba para cuestionar a Ali. “Que haces aquí?, le preguntó autoritariamente, mientras tomaba un cilindro de metal para facilitar el interrogatorio. “Soy de Bayt Baws, Yemen, y vine a defender a mis hermanos Palestinos”, murmuró Ali, ya entregado a su abatido destino. “!?De donde?!”. “Imposible!”, exclama el teniente, su mano soltando el cilindro de metal. “Y de qué familia eres?” pregunta el teniente. “Soy un Hashemi”, responde Ali, un poco sorprendido por la reacción del teniente. “Pues si eres casi mi hermano”, responde el teniente, afligido por la situación. “Mi familia salió de Bayt Baws hace mas de 20 años, pero mis recuerdos más preciados son de aquel lugar, al que añoro profundamente”, responde el teniente, para la grata sorpresa de Ali. “Te vas ya, antes que te pase algo!”. Aquella tarde, el teniente se llevó al adolorido soldado a su casa, y se aseguro que su pierna fuera tratada por unos médicos amigos suyos. Un mes después, en los que el teniente y Ali fundaron una fuerte amistad, el teniente le consiguió Ali un billete para retornar a su pueblo. Mientras Ali se despedía de aquella tierra, en la que dejaba su sangre y a su compadre atrás, su alma yacía en completa confusión. Nunca se imagino lo que el destino le tenía reservado, y al volver a su pueblo, jamás volvió a salir de allí. “Ali murió hace unos años”, nos concluía Mohammed, claramente exponiendo que esta era su historia favorita. Mientras me despedía de nuestro anfitrión, y descendía las estrepitosas escaleras de su residencia, una emanación de esperanza surgía de aquel lugar, que sin duda alberga el máximo paradigma del divino espíritu humano: es posible convivir pacíficamente con toda la gama de diversidad humana, si solo estuviéramos más atentos a los dictados de nuestros corazones. En el medio oriente, la esperanza persiste, la esperanza perdura.

Sunday, September 13, 2009

Aden: Destilando Un Lugar Inigualable

Mezquita en Aden


El mercado de Pescado


Vista aerea de la ciudad


Vendedor de Qat

Aden es un espasmo, una violenta contracción entre la crudeza de una tierra indómita y el imperio que trató de doblegarla. Un aborto de paisajes bizarros que contienen una belleza indescriptible, imposible de encasillar o definir. La antigua capital de Yemen del Sur se balancea en un trípode de culturas que de alguna u otra forma influyeron en su desarrollo. Caminando por sus anchas calles, los edificios construidos por los británicos durante los más de ciento veinte años de ocupación, siguen allí, la mayoría cruelmente desfigurados por la sal y el calor. Atravesando los caóticos mercados saturados de una viveza inigualable, todavía se observan los residuos de más de veinte años de Marxismo, en los libros rusos que se despliegan en todas las aceras y contenes. Aquella mezcla de un pueblo apasionadamente Islámico, con un toque de promiscuidad británica, y un cc de ateísmo Marxista, hacen de Aden una quimera de posibilidades. Construida alrededor de un volcán, Mahoma predijo que uno de los signos del fin del mundo se dará a conocer cuando Aden se consuma en fuego. Siendo la ciudad más liberal de Yemen, donde existen alrededor de cinco discotecas y una afamada cultura subterránea de prostitución, la profecía de Mahoma ya se está justificando. El Yemenita de Aden es una criatura muy diferente a sus hermanos del norte. Generalmente no carga consigo Jambiyahs (cuchillos curvos), y su carácter es más liviano y alegre. Las mujeres están ligeramente menos dispuestas a cubrir sus rostros, y aunque lo hagan en las calles, desde que entran a lugares más reservados, son rápidas en quitarse el velo y revelar su acreditada belleza. Mi primera noche en Aden fue memorable. A las dos de la mañana, bajo el encanto interminable de Ramadán, las calles del mercado de Cráter están abarrotadas de miles de personas que frenéticamente realizan todo tipo de transacciones comerciales. Mesas de billar adornan las aceras, chivos y ovejas corretean por doquier, y el olor a tiburón fresco adorna el ambiente con una sanguinaria fragancia que es imposible de olvidar. Mientras me quedo pasmado observando aquel mar brioso, comienzo a entender porqué Aden es aborrecida por unos, y apasionadamente amada por otros. Un lugar que se reniega a ser descrito, generalmente genera emociones fuertes. Mientras tanto, el volcán de Aden sigue allí, encantando sus habitantes como un alacrán hambriento, tratando de hipnotizar a su presa antes de inyectar su letal veneno.




Tuesday, September 8, 2009

Las Almas Perdidas de Somalia: Kharaz

Kharaz es un gemido en la oscuridad. Un brote de ansiedad que emana como un volcán de las entrañas de una nación destrozada. Un purgatorio en la tierra, hecho de las ilusiones y esperanzas de miles de almas en busca de paz. Llegar allí no fue tarea fácil. Con una escolta militar guiando la procesión de vehículos, atravesamos el desierto con las esperanzas de que no fuéramos interceptados por ninguna tribu furiosa. Aunque nunca le han hecho daño a nadie, generalmente las tribus Yemenitas aledañas a Kharaz interceptan los vehículos para negociar con el gobierno. Tuvimos suerte. Llegamos sanos y salvos. Kharaz se levanta en medio de aquel inhóspito paisaje simbólicamente expresando la fortaleza de sus habitantes. Algunos llevan años allí, a la espera de que alguna nación se apiade de ellos. Otros acaban de llegar. Sus miradas cansadas reflejan los interminables días en que arriesgaron sus vidas caminando en el desierto, navegando las traicioneras aguas del Mar Rojo, y superando el hambre, la sed, y el calor. La frágil raíz que une al ser humano a su tierra natal aquí se ha evaporado entre el humo que han dejado atrás las granadas, los lanza cohetes, y las balas a los que la mayoría han sido expuestos. Algunos llevan pedazos de metal dentro de sí. “Tócame el pecho Alan”, me susurra Abdulbakir, un refugiado que tiene años a la deriva en Kharaz. “Siente la bala que tengo incrustada al lado de mi corazón”. Mientras me toma la mano y me la pone sobre la dureza metálica que adorna su coraje, me confiesa que toda su familia fue asesinada. “Me dejaron por muerto. Cuando me levante vi todos los cuerpos, incluyendo el de mis hijas”. Kharaz es un cementerio de trágicas historias, que como la de Abdulbakir yacen enterradas en las pesadillas de sus habitantes, que de vez en cuando vomitan sus historias de terror para compartir su dolor con el mundo. El pueblo Somalí tiene 19 años sin gobierno. Su gente ha perdido la esperanza. La guerra reina las calles de la capital y aterroriza la vida pacífica de las zonas rurales. Aunque varios países han nacionalizado y tomado consigo grandes grupos de Somalíes, nadie se ha atrevido a meterse en aquella tierra. La nación más poderosa del mundo una vez lo intento, y diecisiete militares fueron acribillados en las calles de Mogadishu. Luego de este incidente, decidieron dejarle la pesadilla a los oriundos. Mientras tanto, cuatro millones de Somalíes siguen a la deriva. Cuando se acabara la pesadilla? Me pregunto, mientras las carpas de Kharaz me dan el último adiós. Mientras nos alejamos del campamento, solo me acuerdo de una frase que se me quedo incrustada como la bala de Abdulbakir, en medio del corazón: “Solo nosotros podemos terminar esta locura. Pero ya no sé quiénes somos”.

Las Almas Perdidas de Somalia: Kharaz




Kharaz es un gemido en la oscuridad. Un brote de ansiedad que emana como un volcán de las entrañas de una nación destrozada. Un purgatorio en la tierra, hecho de las ilusiones y esperanzas de miles de almas en busca de paz. Llegar allí no fue tarea fácil. Con una escolta militar guiando la procesión de vehículos, atravesamos el desierto con las esperanzas de que no fuéramos interceptados por ninguna tribu furiosa. Aunque nunca le han hecho daño a nadie, las tribus Yemenitas aledañas a Kharaz de vez en cuando interceptan los vehículos para negociar con el gobierno. Tuvimos suerte. Llegamos sanos y salvos. Kharaz se levanta en medio de aquel inhóspito paisaje simbólicamente expresando la fortaleza de sus habitantes. Algunos llevan años allí, a la espera de que alguna nación se apiade de ellos. Otros acaban de llegar. Sus miradas cansadas reflejan los interminables días en que arriesgaron sus vidas caminando en el desierto, navegando las traicioneras aguas del Mar Rojo, y superando el hambre, la sed, y el calor. La frágil raíz que une al ser humano a su tierra natal aquí se ha evaporado entre el humo que han dejado atrás las granadas, los lanza cohetes, y las balas a los que la mayoría han sido expuestos. Algunos llevan pedazos de metal dentro de sí. “Tócame el pecho Alan”, me susurra Abdulbakir, un refugiado que tiene años a la deriva en Kharaz. “Siente la bala que tengo incrustada al lado de mi corazón”. Mientras me toma la mano y me la pone sobre la dureza metálica que adorna su coraje, me confiesa que toda su familia fue asesinada. “Me dejaron por muerto. Cuando me levante vi todos los cuerpos, incluyendo el de mis hijas”. Kharaz es un cementerio de trágicas historias, que como la de Abdulbakir yacen enterradas en las pesadillas de sus habitantes, que de vez en cuando vomitan sus historias de terror para compartir su dolor con el mundo. El pueblo Somalí tiene 19 años sin gobierno. Su gente ha perdido la esperanza. La guerra reina las calles de la capital y aterroriza la vida pacífica de las zonas rurales. Aunque varios países han nacionalizado y tomado consigo grandes grupos de Somalíes, nadie se ha atrevido a meterse en aquella tierra. La nación más poderosa del mundo una vez lo intento, y diecisiete militares fueron acribillados en las calles de Mogadishu. Luego de este incidente, decidieron dejarle la pesadilla a los oriundos. Mientras tanto, cuatro millones de Somalíes siguen a la deriva. Cuando se acabara la pesadilla? Me pregunto, mientras las carpas de Kharaz me dan el último adiós. Mientras nos alejamos del campamento, solo me acuerdo de una frase que se me quedo incrustada como la bala de Abdulbakir, en medio del corazón: “Solo nosotros podemos terminar esta locura. Pero ya no sé quiénes somos”.

Sunday, September 6, 2009

Descubriendo El Dolor Somali: Kharaz





Hay quince hombres que quieren matarte. En tu vientre se refleja el terror del incomprensible y siniestro sentimiento que genera el odio en su más pura esencia. Se acercan rápido hacia ti y ya casi llegan a tu única pertenencia: tu pequeña choza en medio del desierto. Los ojos de los verdugos irradian la rabia de mil años de impiedad. Sus puños aprietan los machetes como sogas que despiadadamente aprietan el cuello de un fusilado. Sales corriendo aterrorizada. El destino no importa. Lo único que te incumbe es sobrevivir. Tus pies callosos sangran mientras chocan violentamente contra el suelo rocoso del desierto, que en silencio vela tu desgracia. Te cae la noche. Te acompaña el único hijo al que pudiste salvar. Mientras le lloras a la noche tu dolor, solo piensas en tu familia que quedo atrás. No puedes creer lo que te está pasando. Mientras te duermas debajo de una palma, le ruegas a Allah que todos sea un sueño.
Ya han pasado seis meses; los más difíciles de toda tu vida. Ya has vendido tu cuerpo para poder subsistir, pero como quiera, tu cuerpo y el de tu hijo ya han perdido la mitad de su peso. Cuando te miras en el reflejo del mar, que arropa el pequeño poblado de pescadores adonde encontraste un poquitito de paz, no eres capaz de reconocerte. Eres solo el crepúsculo de una felicidad que falleció por circunstancias que todavía no eres capaz de entender. Un día como cualquier otro, Dios pareció escuchar tus plegarias: el hermano de tu padre aparece en el poblado, prometiendo llevarte a Yemen. Te dice que allí son musulmanes y que seguro les tendrán compasión a sus hermanos Somalíes. Te encuentras ahora en un bote cruzando el Mar Rojo. Luego de tres días en el mar, el capitán te ordena que te lances al mar, ya que llegar a la costa es muy peligroso. Aunque más de dos kilómetros separan el bote de la costa, te lanzas sabiendo que muchos perderán su vida, y le das gracias a Dios por haber aprendido a nadar en tu niñez. Luego de casi media hora en los que fuiste incapaz de llegar a la costa, un bote salvavidas de la Naciones Unidas vino por ti. Ahora vives en una casa de campaña, en el campo de concentración más grande de Yemen: Kharaz. Te rodean alrededor de veinte mil refugiados, todos con historias como la tuya. Sobrevivientes del odio, del desierto, del mar, del sol, y de la luna. Hombres y mujeres que han hecho de la esperanza su único refugio. Monumentos al espíritu humano, que incansablemente enfrentan cada día con la frente en alta y con la ilusión de que el futuro traiga cosas mejores. Hoy te he conocido, querida Salwa. Allí estas, viviendo otro día mas en esta sucesión de tiempo en el que te has visto expuesta a todo lo que la mayoría le teme. Quisiera llevarte conmigo y poder darte paz. Pero las circunstancias no me lo permiten. Solo puede acompañarte brevemente en tu camino, y orar por ti para que tú y los tuyos algún día puedan volver a su tierra y vivir como debería vivir todo ser humano. Lo único que te pido querida Salwa, es que nos tengas compasión a nosotros, que hemos observado tu país sucumbir y entrar en las más oscuras tinieblas, y no hemos hecho absolutamente nada. Como Poncio Pilato nos hemos lavado las manos, y hemos dejado millones de personas como tú a la merced de la adversidad. Solo espero que Dios tenga compasión de ustedes, mi querida hermana. Te deseo lo mejor.


Thursday, September 3, 2009

La Razon Que Nos Ha Traido Aqui



Cuando la vi por primera vez, su cuerpo estaba cubierto de moscas.
Aquella imagen no la he podido sacar de mi sistema.





Nuestro equipo en pleno trabajo.

La dura vida en el Tihama: El poblado de Makaharra

Estas fotos fueron tomadas en algunos de los poblados remotos
en los cuales servimos. La vida en estos sitios es sumamente dificil.
Muchos de los pobladores caminan hasta 20 y 30 kilometros diarios en
busca de agua.



Una de nuestras pacientes.




La influencia Africana es obvia en el Tihama. Muchos refugiados
que vienen escapando la pesadilla de lugares como Somalia, buscan
albergue en estas zonas remotas.



Choza Tipica. Algunas de las escenas que vimos alli
fueron bastante tristes. Desde un nino amarrado
a un tronco debido a su condicion mental, hasta
una nina paralitica, cubierta de moscas de pies a
cabeza.


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Tuesday, September 1, 2009

Profundizando

La naturaleza humana se filtra agresivamente como una orgia babilonica a punto de estallar. Aunque las superficies prometan la salvacion, el fondo refleja la naturaleza real de esta creacion, que no puede ser moldeada por nada ni nadie. Por mas que querramos regularnos, por mas que querramos destilar nuestras impurezas, la flama interminable de la verdadera naturaleza del hombre no puede ser transformada. Nuestros instintos siempre estaran presentes, esperando cualquier oportunidad para brotar como un volcan salvaje. Por eso el ambiente esta tenso, las almas listas por explotar en cualquier momento. En este oceano de virilidad, machismo, y testosterona, por mas que me quieran convencer de que las mentes estan regidas por la pureza de una religion inspirada, nadie me puede mirar a los ojos y decirme que debajo de las burkas y las timidas miradas, un terremoto de pasion domina perpetuamente el corazon de esta organica tierra que lleva consigo la esencia del hombre original.