Saturday, March 6, 2010

Boda Somali: Ilusiones y Esperanzas


Esta noche la sombra de la muerte, aquel ángel exterminador que acecha despiadadamente a Somalia, ha decidido disiparse momentáneamente para unir a dos almas exiliadas. La tierra que los ha albergado gran parte de sus vidas se ha convertido en el escenario principal del evento más memorable de su historia como pareja, irónicamente propulsando su unión mientras su tierra se fragmenta cada día más. La bandera Somalí se despliega orgullosamente sobre el mueble que guarece al matrimonio, paradójicamente representando todo lo opuesto a la realidad que yace detrás de su pacifico azul, que simboliza la paz en una nación destrozada por la violencia, y una estrella blanca que alude a las cinco tribus de Somalia unidas en armonía. Nada puede estar más lejos de la realidad. Mientras tanto, el aire está saturado de voluntades alegres que se mueven al ritmo de percusiones tradicionales. Algunas mujeres han decidido vestirse con los mismos colores de aquella bandera, la enorme estrella blanca sobre sus esperanzados pechos, y el azul del cielo encubriendo sus enérgicos cuerpos que parecen moverse con vida propia, dándole vida a cada resoplo de las tamboras, y a cada nota que se desnuda sobre la tarima.

Serán de la misma tribu? me pregunto en silencio, mientras un grupo de mujeres somalíes se sientan a mi lado. Sus esbeltas figuras, emancipadas del más mínimo rastro desmañado, se pasean imperiosamente sobre el salón, magnéticamente atrayendo todas las miradas que se derriten a su alrededor, desnudando sutilmente la represión sexual a la que estamos sujetos todos los que vivimos en Yemen. Mientras esperamos el buffet, observamos a los camareros traer decenas de platos que llegan rebozados de exquisiteces raras veces avistadas en Sana’a. Asombrosamente, el menú incluye una diversa variedad de platos, incluyendo una exuberante paella de mariscos, chivo guisado al estilo Yemenita, salpicón de mariscos, y una enorme variedad de ensaladas y postres. Mientras el cuarenta por ciento de los niños que residen en Somalia sufren de desnutrición, aquella boda sigue siendo un potente símbolo de la desigualdad económica que afecta a la gran mayoría de países subdesarrollados.

Ahmed Mahmoud se sienta a mi lado. Su estrecha figura, ancha sonrisa, y enérgico carácter complementan la nostalgia que se esconde detrás de su honesta mirada. “Gracia a Dios los americanos nos están ayudando”, me dice esperanzado mientras comienza a degustar el formidable plato que ha traído del buffet. “Aparentemente están colaborando con la milicia Somalí para recuperar a Mogadishu. Al parecer, la Inteligencia militar americana está sumamente preocupada con el nexo entre Somalia y Yemen, ya que según una nota de prensa que leí recientemente, Al-Qaeda está coordinando un programa de intercambio entre los dos países”, me dice sosegado, mientras sus ojos rebosados de optimismo revelan las verdaderas implicaciones de aquel comentario. “Y tú, cuando llegaste a Yemen?”, le pregunto curioso. “Mi familia llegó a Yemen hace 19 años. Gracias a Dios salimos de allí justamente antes de que el país entrara en la anarquía que caracteriza a toda la región. Cada día le doy gracias a Allah por la hospitalidad del pueblo Yemenita, que sin duda nos ha tratado muy bien”, me confiesa agradecido, compartiendo la percepción que tienen muchos somalíes en tierra Yemenita. “Yemen es el único país en toda la península arábica que nos permite escapar del infierno Somalí. No sé si ya sabrás, pero desde que un refugiado pisa tierra Yemenita, el gobierno lo registra y le provee una cedula de identificación firmada por la UN. Esta cedula legaliza su estadía y le permite moverse libremente por todo el país, facilitándole el acceso a la educación y a los empleos. Por eso me siento muy agradecido con este país”, me declara entre risas, mientras observamos a una gruesa mujer bailando al ritmo de las tamboras, su retaguardia convulsionando poderosamente al ritmo de la música.

“Vámonos a bailar!”, me dice Soo-Rae, una taiwanesa que coordina un programa de refugiados en Sana’a, responsable de haberme invitado a la especial ocasión. Mientras los ritmos africanos se apoderan de nuestros cuerpos, las sonrisas de los vibrantes somalíes me aseguran que lo estoy haciendo bien, probablemente fruto de la herencia africana que caracteriza mi nación caribeña. “Que viva Somalia unida”, vocea uno de los que se han perdido en la conflagración de ritmos que dominan las almas. Mientras despedimos la noche sumergidos en el trance provocado por los hipnotizantes tambores, la bandera Somalí sigue allí, destellando la paz que surge de su azul cielo, y desplegando silenciosamente la estrella que representa todo lo que Somalia sueña ser: simple y naturalmente, una tierra enjuagada en la paz que solo aquellos que han conocido las dimensiones más crueles de la experiencia humana pueden apreciar en su más intensa profundidad.

2 comments:

  1. Ya veo por que te gusto la boda!!! por cierto... Feliz cumple con tu familia!!

    Dianelva

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