Thursday, February 25, 2010

Conversaciones con Sarah

“Lo más sublime de la vida es ese misterio que yace detrás de cada minuto, insospechable, que se desnuda incesantemente en cada palpitar, en cada sonrisa, y en cada momento que decidimos compartir nuestra felicidad, o transmitir nuestras tristezas. Aquel misterio indeleble, sagrado, persistente, nos ofrece una avenida de posibilidades que se estrecha infinitamente en el horizonte de nuestra existencia”, me decía inspirada Sarah, mientras caminábamos por los pasadizos interminables que esculpen el vacío desértico en el remoto poblado de Hays. El calor del mediodía comenzaba a escupir sus indecencias sobre nuestra ropa, haciendo brotar riachuelos de sudor que navegaban indiferentes por nuestra piel. El suelo de tierra, accidentado por las montañas de basura, balanceaba su inerte naturaleza con decenas de gatos que se entremezclaban con el plástico, los vegetales podridos, y las espinas de los pescados que teñían el ambiente de un aroma brutal. “En Yemen, ese misterio se enaltece todos los días. Detrás de las noticias de guerra, de los atentados a intereses extranjeros, de las desilusiones políticas, de un clima inaguantable, y una visión religiosa intransigente, un firmamento de creencias, tradiciones, y costumbres, la mayoría intactas desde hace milenios, hacen de Yemen un lugar imprescindible para una investigadora como yo”, comentaba con sus ojos apasionados, mientras me explicaba la razón que la había traído a este país.

“Aquí la forma de vida no ha cambiado drásticamente como en otros lugares del mundo. Fíjate como ese camello sigue siendo el principal motor para hacer aceite de ajonjolí, dando vueltas sin cesar, mientras el niño le da de comer al sustituto, que está casi empezando sus labores para que la otra bestia descanse. La relación entre ese niño y su camello pronto será historia”, me exponía, mientras su mirada se perdía en el centrifugo movimiento del animal. “Observa esa puerta antigua. Fíjate como la base es ancha y a medida que sube se va estrechando, formando una señal apuntando al cielo. Eso no es coincidencia. Si miras cualquier cosa a profundidad, te das cuenta como nada es casualidad. Todo está repleto de significado”.

De ahora en adelante, tratare de afilar mi visión. Que así sea!

Wednesday, February 17, 2010

La Cultura del Miedo y el Siglo XXI

El ser humano es un péndulo orgánico que oscila constantemente entre diversos grados de temor. Aquella descarga de cortisol y adrenalina, incremento de la atención, aceleración del corazón, y presión sanguínea alta, es un estado profundamente conocido por todos los hombres que habitan la tierra. Varios estudios han confirmado que altos niveles de cortisol en la sangre contribuyen a la obesidad, afectan el sistema inmunológico, y causa un daño irreparable al corazón. Si observamos el mundo moderno, podemos deducir que por la enorme cantidad de películas de terror producidas anualmente, por la naturaleza de las noticias que consumimos glotonamente, y por la cantidad de violencia que propagamos voluntariamente, el ser humano moderno es un adicto al temor. Al parecer, todavía necesitamos los mismos niveles de hormonas que requerían los hombres prehistóricos, que luchaban diariamente para sobrevivir los cientos de factores que mitigaban sus años en la tierra. Hoy en día, en vez de salir a luchar con animales feroces, solo necesitamos prender la televisión.

Uno de los aspectos más interesantes de esta tendencia es claramente expuesta en el lenguaje utilizado en los medios de comunicación. Si observamos a profundidad el caso de Yemen, es evidente la manipulación sintáctica llevada a cabo por los periodistas para escandalizar sus noticias, permitiéndoles incrementar los niveles de cortisol y adrenalina en la sangre de sus lectores, asegurando el éxito de su mediocre trabajo. Utilicemos el ejemplo de la palabra “anárquico”, o el término “donde no rige la ley”, o “lawless” en inglés, expresiones encontrados en la gran mayoría de artículos periodísticos cubriendo a Yemen. Cuando los lectores digieren estos términos, se llevan la impresión de que en estos lugares rige la supervivencia del más fuerte, donde los hombres tienen la libertad para consumar el ambiente con cualquier capricho que le plazca, y son libres de pisotear la vida humana a su parecer. Como por arte de magia, el organismo del lector, al imaginarse estos lugares anárquicos desalmados, descargan una leve (o no tan leve) segregación de adrenalina y cortisol, asegurando su absoluta atención hacia dichos artículos, y hasta satisfaciendo el hambre de morbo que se amedrenta en el “gracias a Dios que yo no vivo ahí!”. Aunque es cierto que el gobierno Yemenita tiene poca influencia en vastas regiones de Yemen, es una falsedad decir que en estas zonas no rige la ley. La gran mayoría de estas zonas están regidas por leyes tribales que han estado en funcionamiento por milenios, asegurando el orden y la seguridad de sus habitantes. Pero con esos imprecisos términos, el periodista le da libertad al lector para llenar los espacios vacios que proyectan sus atemorizadas mentes, muchas veces subestimando el peligro real que lo rodea, y sobreestimando el peligro que albergan aquellos exóticos lugares que alberga su imaginación.

Otro interesante aspecto de la biología del temor es el envejecimiento prematuro que provoca el cortisol. Al segregarse en la sangre constantemente, una importante hormona que previene el envejecimiento de las células inmunológicas (telomerase) es suprimido, abriéndole paso a todo tipo de enfermedades. Y así como el temor le abre la puerta a futuros martirios, multiplicando nuestras causas para seguir atemorizados, así las manipulaciones lingüísticas que distorsionan nuestra visión del mundo les abren la puerta a enfermedades ideológicas mucho más peligrosas como la xenofobia y la ignorancia. Estas condiciones a su vez propagan las guerras, los conflictos religiosos, y la agresividad general hacia todo lo que nos han hecho creer peligroso.

Mientras tanto, como fruto real de nuestra adicción, una foto que dice “hecho en Estados Unidos” con los cuerpos destrozados de varias mujeres y niños, fruto del bombardeo llevado a cabo en noche buena en la provincia de Abyan, se ha propagado viralmente en el mundo árabe-cibernético. Qué mejor que esto para seguir bombardeando cortisol y adrenalina a los miles de jóvenes musulmanes que miran iracundos estas noticias? Y claro, qué mejor noticia que el nigeriano que quiso y no pudo para darle a beber de la misma poción a los miles de futuros reclutas militares que están sedientos de venganza en los poblados norteamericanos? Que corra la sangre, queridos amigos! Así podremos sentarnos a observar las noticias y seguir saturándonos de las sustancias que tan desesperadamente buscamos. Sinceramente les pregunto, hasta donde llegará nuestro absurdo?

Revisitando Bura

Atraído por el magnetismo de su primitivo encanto, incumbrable por la simplicidad que comparten las regiones ajenas a la influencia del mundo moderno, el destino me ha colocado de nuevo en esta carretera desolada que conduce a Jabal Bura. El sol impone su presencia poderosamente mientras mi mochila de quince libras se balancea en mi espalda, anclándome en el ardiente presente que acapara toda mi atención. Luego de siete meses viviendo en la desolación del Tihama, ya acostumbrado a los espacios vacíos que se extienden infecundos en los horizontes desérticos, la vibrante naturaleza acongoja mi ser mientras camino meditativo por el fértil paisaje. Me acompaña como siempre mi fiel acólito, Hassan, que al carecer de ropa deportiva se ha vestido con zapatos de charol, pantalón de lino, una camisa de vestir, y un saco grisáceo: muestra viva de la espontaneidad del carácter Yemenita.

Nuestra excusa para volver ha sido Sarah, una exploradora perspicaz con una visión de águila, característica que le permite escudriñar las razones que yacen detrás de las tradiciones más triviales. La investigadora lleva más de veinte años indagando el origen de los lenguajes, viviendo como una peregrina en su misión por descubrir el eslabón perdido de la torre babilónica. Nacida y criada en Hong Kong, Sarah ha convivido íntimamente con numerosas tribus en su misión de vida para probar que todos los lenguajes y alfabetos surgieron de la misma fuente. Como una alquimista de nuestros tiempos, su búsqueda la ha llevado a más de setenta países, siendo prueba de esto su extensivo dominio de varios lenguajes, incluyendo el árabe y el español. Para Sarah no hay casualidades. Todo símbolo, toda figura, toda imagen, representa un universo de significados ocultos el cual es su deber descifrar. Su constante desborde de energía entremezclado con unas intensas ganas de vivir, hacen de Sarah una perfecta acompañante.

Luego de tres kilómetros compartiendo con los mandriles que se avistan por docenas en la carretera que termina drásticamente en la falda de la impetuosa montaña, nos encontramos con Saddam. El adolescente de algunos quince años ha vivido toda su vida en Mabura, uno de los 57 poblados que componen el escabroso distrito de Jabal Bura. Con su estoico carácter y servicial actitud, nos comienza a guiar por el estrecho camino que conduce a los poblados que se anidan en el tope. La enigmática vía se descubre exclusivamente bajo su liderazgo, ya que es claramente imposible seguirlo sin el conocimiento de uno de los locales. Mientras vamos subiendo, sentimos la presencia de docenas de miradas estudiando cada paso que damos. Aunque no podemos ver a nadie, la impresión no se ahoga en la aparentosa ausencia de vida.

Mientras extenuados subimos la inclinada pendiente, pausamos de vez en cuando para voltearnos a deleitarnos con el desierto del Tihama, que se extiende infinitamente hasta llegar al Mar Rojo, mezclando el azul del océano con el destellante dorado del desierto en una penetrante visión celestial. Los poblados de Jabal Bura ya comienzan a dejarse entrever. Aquella emoción que sienten los exploradores cuando descubren la musa de sus aventuras me vuelve a sutilmente invadir, evocando todos los recuerdos que amparo de mi primera visita. Como si estuviéramos entrando a una región cimentada por los dioses, Sarah me mira con ojos de cómplice, agradeciéndome en silencio por haberla llevado hasta aquel lugar.

“El Wahabismo todavía no ha penetrado estas montañas”, me comenta mientras arribamos al poblado. “El antiguo vestuario de las mujeres todavía se conserva intacto”, me expone la investigadora mientras observamos a las vigorosas mujeres trabajar en las plantaciones de Qat y café que rellenan las escalonadas pendientes de los cerros paralelos al poblado. “No te imaginas lo desastrosa que esa corriente ha sido para Yemen. Ha borrado la cultura tradicional que muchas regiones habían cultivado por milenios”, me desglosa nostálgicamente en su agónico anhelo de la sencilla vida tradicional. Mientras seguimos subiendo, acercándonos a Ruqub, la cabeza de municipio, el panorama comienza a cambiar. “Te das cuenta!”, me alerta Sarah sulfurada. “Aquí ya puedes comenzar a ver los baltos y velos. Mientras más te acercas a las carreteras se hace evidente como viajan las ideas y transforman para bien o para mal el paisaje. En este caso, el resultado es verdaderamente triste…”, me susurra tranquila, aceptando la realidad que se desglosa inmutable bajo nuestras miradas. Las mujeres de Jabal Bura han sustituido hermosos trajes negros con costuras plateadas, coronados con un monumental desglose de paños coloridos sobre sus cabezas, por el sombrío balto y el hermético velo.

El Wahabismo es una secta Islámica que ha descollado en Arabia Saudita. Sus seguidores son ortodoxos en su visión del Corán y los Hadiths (biografías del profeta Mahoma narrada por varios de sus contemporáneos), y han radicalizado su posición dentro de la religión. El movimiento surgió en un intento de purificar algunas tendencias Islamistas como el sufismo, que para los Wahabitas estaban contaminado la religión con ideas que estos consideraban enemigas del Islam. Es por ellos que Arabia Saudita es uno de los países más conservadores de todo el planeta con respeto a las mujeres, prohibiéndoles manejar y obligándolas a cubrirse el rostro. Durante los años ochenta, luego de un ataque perpetrado por los Wahabitas en Medina, Arabia Saudita, la familia real decidió darle la libertad para difundir sus ideas por toda la península arábica por miedo a ser derrocada. Yemen era el lugar perfecto para iniciar la diáspora ideológica. Al ser un país pobre, los Wahabitas abrieron miles de “madrasas” (escuelas en árabe) por todo Yemen, moldeando las mentes de varias generaciones con sus radicalismos. Es por eso que en Yemen muchos jóvenes son más conservadores que sus padres y abuelos.

Al llegar a Ruqub, nos montamos en la cama de una vieja camioneta y zarpamos colina abajo. Mientras observaba el despampanante paisaje que se revelaba intacto detrás del viento que golpeaba mi rostro, un pensamiento me seguía embrujando: Que tan libre es el ser humano cuando en realidad es tan fácil de moldear? Y claro, la respuesta era clara: Porque es más fácil ser un seguidor que un pensador.



Mujer de Bura vistiendo el traje tradicional, casi extinto por la influencia del Wahabismo.


Septagenaria de Bura


Emblematica foto de la influencia del Wahabismo en estas cordilleras. La chica de la derecha todavia viste el traje tradicional de Bura, mientras las otras dos ya estan influenciadas por la tendencias conservadoras modernas.




Este es un lagarto muy especial


Las montanas escalonadas de Bura repletas de cafe y de Qat. Estos escalones son el fruto de cientos de anos de trabajo.


Mabura, anidada en el tope del cielo. Como me dijo Sarah, "aqui tenemos que mirar hacia abajo para ver las estrellas".


Pobladores posando


La Infancia de Bura

Wednesday, February 10, 2010

La Magia del Lenguaje

Ocho por ciento de todas las palabras de la lengua española provienen del árabe. Lo grande es que así como el árabe influyo enormemente en el español, los idiomas que influenciaron al árabe también nos influyeron a nosotros. Es por eso que por medio del árabe, palabras antiguas del idioma sanscrito como ajedrez y alcanfor, palabras provenientes del persa como azul, naranja y jazmín, y palabras griegas como arroz, acelga, alquimia, se han hecho parte esencial de nuestro hablar. De una manera u otra, siempre estamos interconectados, no importa qué lejos parezcamos estar.

Monday, February 8, 2010

Mujer Yemenita


Eres maternidad inquebrantable ascendiendo las costras del cielo,
La sangre que emana fogosa de las verdades que rigen tu cuerpo.
Eres mil años de opresión gimiendo a oscuras,
La soledad ensimismada ocultándose detrás de tu costura.
Eres espejismo de quimeras y de encuentros,
El clamor de un corazón que perdido busca incierto.
Eres voz drenada en el eterno eco del tiempo,
Un diamante perfecto que jamás fue descubierto.

Sigo viendo tu rostro aunque lo lleves furtivo.
Lo sigues reflejando en tus ojos reflexivos.
No te escondas más. Sal a nuestro encuentro.
Espero que tu grito lo escuchemos en el viento.

Sunday, February 7, 2010

"La Lengua Arabe: Un Garabato entre la Algarabía"



“Explícamele al caballero en garabato que quiero una falda tradicional”, me decía uno de los integrantes del equipo de filmación dominicana que estuvieron en Yemen hace unos meses. La lengua árabe, considerada por el gobierno americano como una de las cuatro lenguas más difíciles de aprender junto con el coreano, el chino, y el ruso, fue apodada cariñosamente con aquella jocosa palabra durante las tres semanas de rodaje. Hace unos días, mientras leía sobre la influencia del árabe en la lengua española, descubrí que la palabra algarabía, definida oficialmente por la real academia como “un griterío confuso de varias personas que hablan a un tiempo”, inicialmente surgió del apodo dado por los cristianos a la lengua hablada por los invasores durante la Reconquista Española. Si comparamos las dos palabras, algarabío y garabato, nos damos cuenta que la percepción que tuvieron aquellos españoles hace mil años no está muy lejos de la que tuvieron nuestros paisanos hace unos meses. Me puedo imaginar a los héroes de antaño refiriéndose a la “luga arabiya” (lengua árabe en su idioma), aquella ‘algarabía’ ininteligible que los había invadido durante más de setecientos años, de la misma manera en que la palabra garabato surgió naturalmente entre los siete integrantes del equipo dominicano.

Aunque los moros fueron expulsados de España en 1492, aquellos héroes de la Reconquista nunca se imaginaron que aquel ‘algarabitoso’ lenguaje se había hecho paso por las cordilleras de la lengua española, marcando su influencia arrolladoramente. El castellano moderno, surgido en el reinado de Castilla (norte de España) durante el siglo 9 d.C., nació durante la misma época en que el lenguaje árabe dominaba la península ibérica. Es por esto que mientras el castellano nacía, la lengua árabe se había auto-designado como comadrona oficial de aquel parto lingüístico. Durante los nueve meses que viví en España, me reía mucho con la resistencia generalizada del pueblo español a pronunciar los anglicismos que comúnmente utilizamos en Latino América. Lo que aparentemente nunca se dieron cuenta era que los Arabismos se habían quedado para siempre en el nervio central de su lengua. Cientos de términos son testigos de esta preponderancia lingüística, comenzando por ‘ojalá’, que proviene de la palabra Inshallah (Dios mediante), loca, que proviene de la palabra lawqa (idiota), alcohol, azúcar, aceituna, albóndiga y jirafa: media docena de palabras que ratifican la hipótesis.

Como confirmado por el gobierno americano, la lengua árabe no es fácil de aprender debido a una multiplicidad de causas. Entre estas, encontramos la dificultad de pronunciar algunos fonemas que solamente se encuentran en dicha lengua. Letras del alfabeto como Ayn, Ghayn y Daal, son las pesadillas de todos los estudiantes que se aventuran a conocer el ‘garabato’ que hablan más de 530 millones de personas. Los árabes dicen que su habla es la lengua del Daal, debido a la dificultad que tienen los extranjeros con aquel sonido, y que el único que verdaderamente dominaba el vocablo era el profeta Mahoma (una de las miles de atribuciones que se le hace al profeta en tierra Islámica). Otra de las dificultades, capaz de frustrar a los académicos de la lengua, es la cantidad de variaciones lingüísticas que existen. El árabe es una treintena de lenguas en una, comenzando por el árabe estándar moderno (AEM), utilizado en el árabe escrito y en las cadenas de televisión. Esta es la lengua en la que un egipcio y un yemenita educado hablarían, ya que si trataran de conversar el idioma en sus versiones locales se encontrarían de nuevo en la torre de babel. El AEM es una de las dos variaciones del idioma comúnmente impartidas en las escuelas de árabe, en conjunción con el Árabe Clásico, que proviene directamente del Corán. Estas dos variaciones componen el término ‘fusha’, que se refiere a la lengua Árabe ‘correcta’. El único problema de aprender estas variaciones del idioma es que aunque otorga la capacidad de leer los periódicos y ver algunos programas de televisión, no garantiza entender a los árabes cuando residas o visites sus países. Es por esto que en el mundo árabe es más fácil dejarse entender que poder comprender.

La importancia del lenguaje árabe ha sido catapultada por el Islam. Esto se me hizo claro cuando decidí comprar un Corán traducido al inglés en tierra Yemenita. “Traducir el Corán es haram (pecado)”, me decían la mayoría de barbudos que atendían las librerías. “Aprende el lenguaje primero y luego lo lees”, me decía uno con cara seria. El Corán es según la mayoría de los árabes la máxima exposición del lenguaje jamás escrita. “Es inconcebible que un ser humano escribiera el Corán”, me decía uno de mis colegas. “Es por eso que estamos seguro de que es un libro dictado por el mismo Dios”, me decía confiado. El Islam ha propagado la lengua árabe por todo el planeta, íntimamente influenciado a los 1.2 billones de musulmanes que practican la religión de Mahoma. “Es para mí un sueño poder leer el Corán en su idioma”, me confesaba Shanti, una colega proveniente de Indonesia que tenía un año viviendo en Yemen. “En Indonesia, muchos musulmanes se han aprendido el alfabeto árabe para poder leerse el libro sin traducir, aunque la mayoría no entiende lo que leen”, me decía Shanti entre risas. “Aunque esto no les deja de transmitir la profundidad espiritual que buscan”, expresaba con rostro más serio. “Realmente es un libro inspirado”, concluía, mientras se disculpaba para irse a orar mientras el llamado a la oración resonaba por el megáfono de la mezquita local.

Aunque he tenido la dicha de estar sumergido en el mundo árabe por más de seis meses, todavía no estoy ni cerca de ser un conocedor profundo del lenguaje. Lucho diariamente con la algarabía de palabras que me son disparadas por todos los que me rodean, y al pasar las semanas me doy cuenta que este idioma fue diseñado para los hijos del desierto. “No pierdas la esperanza Alan. Lo vas a dominar!”, me decía Dina, nuestra profesora vocacional, mientras me veía frustrado ‘garabateando’ con uno de los pacientes. “Inshallah”, le respondo afectuosamente mientras retomo mi compostura. Inshallah!

Wednesday, February 3, 2010

Ultimas de Hassan

“Voy a ser papa!”, me vocea Hassan por el teléfono, dejándome saber a cántaros la enorme felicidad que lleva dentro por el imparable carcajeo que acompaña la noticia. Unas horas antes, mientras regresábamos a oscuras por las callejuelas polvorientas de Hais, el futuro padre me había confesado que su esposa vomitaba regularmente. “Tampoco le llega la menstruación”, me comentaba confuso, su rostro consternado por las consistentes dolamas que sufría su querida desde el día del matrimonio. “No estará embarazada?”, le pregunto curioso, mientras un grupo de niños me vocea “I love you”, única frase Anglosajona conocida rotundamente en Hais. “Inshallah (Si Dios quiere)”, me responde cortante. En nuestro trayecto, le pasamos por enfrente a una farmacia. “Que crees si le conseguimos una prueba de embarazo?”, le pregunto animado. “Tú crees?”, me responde nervioso el incrédulo. “Solo hay una forma de saberlo”. Pues queridos lectores, tengo que decirles que Hassan va a ser papá.

Tuesday, February 2, 2010

Dias en Yemen

Son las siete de la mañana. Hora de levantarse. Luego de un pequeño esfuerzo rompo la inercia que me tiene atado a la cama. Abro la ventana. Los vendedores ambulantes han iniciado su día antes que yo. Los fruteros descargan los tomates que han llegado por toneladas desde las fértiles montañas de Ibb. Los vendedores de Qat ya han recibido su cargamento y enfundan los ramilletes categorizándolas por su calidad. Los maiceros ya están sentados sobre el pavimento, arropando la cubeta de cenizas que abrazan con sus piernas, delicadamente acomodando las mazorcas que preparan con destreza. El sol ya comienza su ascenso, descubriéndose lentamente detrás de las infecundas lomas de piedra que velan al desierto en silencio.

Me dirijo al baño pensativo. Que me traerá el día de hoy? Mientras abro la ducha me acuerdo que tengo una semana sin agua. Salgo en toalla y me dirijo al botellón que llene la noche anterior. Descargo unos cuantos litros en una olla y me la echo en la bañera. Mientras me alisto, escucho los camiones y vehículos comenzando a utilizar su accesorio favorito: la bocina. Bajo las escaleras y me encamino hacia los motoristas que esperan indiferentes. Mientras les hago saber de mis intenciones de llegar a la oficina, se miran unos a los otros decidiendo con las miradas quien será el que le tocará llevarme. Mientras me balanceo en el motor observo a los niños de camino a la escuela. La mayoría son varones. Que pasara con las hembras? Repentinamente, me acuerdo que el 71% de las mujeres Yemenitas son analfabetas. El motociclista me deja enfrente de la oficina, donde mis colegas ya han postrado los platos del desayuno en el suelo y me hacen señas con las manos para que los acompañe. Me agacho y trato de acomodarme entre los demás. Sumerjo el pan en el aceite de ajonjolí mezclado con yogurt, y cojo un pedazo del pequeñito pescado que compartimos entre cuatro.

Las mujeres comienzan a llegar, siempre tarde como de costumbre. Me reciben con un esplendoroso As-salaam-Al-Aykun (que la paz sea contigo) y se dirigen a sus oficinas. Ya me he acostumbrado a la idea de que jamás les veré el rostro, aunque eso no ha impedido poder conocerlas a todas a profundidad. La mayoría ya tienen la confianza de contarme de sus alegrías y sus penas. Mientras me acomodo en mi oficina, una de mis colegas me toca la puerta. Me viene avisar que no quiere trabajar más para ADRA, y le imploro que me diga porqué. Fwzyah no quiere. Claramente esta avergonzada por alguna razón que desconozco. Le pido que por favor regrese mañana para que hablemos. Con sus expresivos ojos me indica que no hay problema. Mañana hablaremos. Luego de acabar el reporte cuatrimestral y hacer un chequeo de caja chica, ya es hora de coger carretera.

Abdullah Yassin, nuestro fisioterapeuta principal, me acompaña a darles seguimiento a los pacientes que mandamos a operar hace unos días de labio leporino. Aunque viven a solo 20 kilómetros, sabemos que nos tomará una hora llegar allí. Nos montamos en el vehículo que hemos alquilado (chofer incluido), y nos dirigimos monte adentro en el jeep 4*4, el único automóvil capaz de llevarnos a nuestro destino. El camino pedregoso está de nuevo intransigente. Nos tenemos que apear cada diez minutos para que el jeep pueda atravesar los imperdonables pasadizos que nos obstaculizan. A un kilometro de nuestro destino, el chofer nos comunica que no nos puede llevar más lejos. El camino solo lo pueden cruzar burros y camellos. Dichosos al fin, un adolescente viene guiando una carreta cargada de paja que viene empujada por un burro. Le damos unos cuantos riales y nos montamos atrás, deslumbrados por el hermoso paisaje en el que nos hemos sumergido. Las montañas rocosas que habíamos dejado atrás en Hais aquí comienzan a desnudar un poco su verdor, y un pequeño valle nos deja deleitarnos cruzando un riachuelo que ha nacido de las lluvias que han caído sobre las cordilleras lejanas. Mi corazón ha comenzado a latir de prisa, como si acabara de descubrir un tesoro escondido en la profundidad más intacta de esta tierra desconocida. A unos cien metros, un grupo de monos amenazan el sembrío de uno de los agricultores locales. Nos aproximamos a nuestro destino contentos. Por fin hemos llegado. Los tres pacientes, todos de una misma familia, lucen saludables. Sus heridas ya se han cicatrizado y ha llegado la hora de quitarle los puntos. Abdullah se pone sus anteojos y toma la pinza y manos a la obra. Yo tomo fotos para poder reportar el antes y el después de la operación.

Luego de terminar nuestro trabajo, los residentes locales nos invitan a comer. No podemos decirles que no, y la comida ya viene en camino. Dos mujeres traen las ollas mientras nos sentamos en cuclillas con ocho hombres que han llegado repentinamente. Luego de devorar el banquete en menos de diez minutos, los hombres de han dispersado rápidamente, siguiendo a pie de letra las tradiciones Yemenitas. Luego de terminar nuestra comida y bebernos cada uno una taza de té, Abdullah y yo procedemos a iniciar nuestro camino hacia el vehículo. El burro no regresa. Por ende, tenemos que atravesar un sembrío para poder atajar el vehículo en un punto más cercano. Dos jóvenes nos guían por entre los maizales. De repente, voceo “culebra, culebra!”. Los jóvenes salen disparados corriendo y Abdullah por poco se desmaya. Mi risa explosiva me delata y mis acompañantes se burlan uno de los otros en un intento fútil de probar que ninguno se asustó. Llegamos al vehículo y nos dirigimos a Hais. En el camino, le comento a Abdullah que Fwzyah no quiere regresar al trabajo. Me dice que conoce la razón. Al parecer, el día anterior, Abdullah la encontró trancada en su oficina con un cliente. Cuando el cliente se fue, Abdullah la confrontó y la agarró por un brazo, culpándola de que no podía hacer eso. Qué pensarían los demás, le voceaba enojado. Como podía trancarse en la oficina sin otro acompañante masculino, como por ejemplo su padre, su hermano, o su esposo. Mientras Abdullah me concluye la historia, me dice que no me preocupe. Fwzyah no va a dejar el trabajo. Mañana se disculpa con ella. "No estuvo bien tomarla del brazo…"

Al regresar a Hais, Abdullah me pide que lo acompañe a masticar Qat en casa de Bakheel. Compramos nuestros ramilletes y nos dirigimos a la sesión. Luego de dos horas de seria masticadera, el cuarto llamado a la oración nos indica que ya es hora de escupir el Qat e irnos a bebernos el concluyente te con leche. Ya la noche ha caído sobre Hais. Me dirijo en silencio hacia mi apartamento mientras le doy gracias a Dios por otro día en Yemen. La mañana siguiente, me despierto brioso a recibir otro nuevo día en el Tihama. "Que me traerá la jornada de hoy?" Me pregunto pensativo, mientras tomo mi jarra y me dirijo al baño.