Tuesday, February 2, 2010

Dias en Yemen

Son las siete de la mañana. Hora de levantarse. Luego de un pequeño esfuerzo rompo la inercia que me tiene atado a la cama. Abro la ventana. Los vendedores ambulantes han iniciado su día antes que yo. Los fruteros descargan los tomates que han llegado por toneladas desde las fértiles montañas de Ibb. Los vendedores de Qat ya han recibido su cargamento y enfundan los ramilletes categorizándolas por su calidad. Los maiceros ya están sentados sobre el pavimento, arropando la cubeta de cenizas que abrazan con sus piernas, delicadamente acomodando las mazorcas que preparan con destreza. El sol ya comienza su ascenso, descubriéndose lentamente detrás de las infecundas lomas de piedra que velan al desierto en silencio.

Me dirijo al baño pensativo. Que me traerá el día de hoy? Mientras abro la ducha me acuerdo que tengo una semana sin agua. Salgo en toalla y me dirijo al botellón que llene la noche anterior. Descargo unos cuantos litros en una olla y me la echo en la bañera. Mientras me alisto, escucho los camiones y vehículos comenzando a utilizar su accesorio favorito: la bocina. Bajo las escaleras y me encamino hacia los motoristas que esperan indiferentes. Mientras les hago saber de mis intenciones de llegar a la oficina, se miran unos a los otros decidiendo con las miradas quien será el que le tocará llevarme. Mientras me balanceo en el motor observo a los niños de camino a la escuela. La mayoría son varones. Que pasara con las hembras? Repentinamente, me acuerdo que el 71% de las mujeres Yemenitas son analfabetas. El motociclista me deja enfrente de la oficina, donde mis colegas ya han postrado los platos del desayuno en el suelo y me hacen señas con las manos para que los acompañe. Me agacho y trato de acomodarme entre los demás. Sumerjo el pan en el aceite de ajonjolí mezclado con yogurt, y cojo un pedazo del pequeñito pescado que compartimos entre cuatro.

Las mujeres comienzan a llegar, siempre tarde como de costumbre. Me reciben con un esplendoroso As-salaam-Al-Aykun (que la paz sea contigo) y se dirigen a sus oficinas. Ya me he acostumbrado a la idea de que jamás les veré el rostro, aunque eso no ha impedido poder conocerlas a todas a profundidad. La mayoría ya tienen la confianza de contarme de sus alegrías y sus penas. Mientras me acomodo en mi oficina, una de mis colegas me toca la puerta. Me viene avisar que no quiere trabajar más para ADRA, y le imploro que me diga porqué. Fwzyah no quiere. Claramente esta avergonzada por alguna razón que desconozco. Le pido que por favor regrese mañana para que hablemos. Con sus expresivos ojos me indica que no hay problema. Mañana hablaremos. Luego de acabar el reporte cuatrimestral y hacer un chequeo de caja chica, ya es hora de coger carretera.

Abdullah Yassin, nuestro fisioterapeuta principal, me acompaña a darles seguimiento a los pacientes que mandamos a operar hace unos días de labio leporino. Aunque viven a solo 20 kilómetros, sabemos que nos tomará una hora llegar allí. Nos montamos en el vehículo que hemos alquilado (chofer incluido), y nos dirigimos monte adentro en el jeep 4*4, el único automóvil capaz de llevarnos a nuestro destino. El camino pedregoso está de nuevo intransigente. Nos tenemos que apear cada diez minutos para que el jeep pueda atravesar los imperdonables pasadizos que nos obstaculizan. A un kilometro de nuestro destino, el chofer nos comunica que no nos puede llevar más lejos. El camino solo lo pueden cruzar burros y camellos. Dichosos al fin, un adolescente viene guiando una carreta cargada de paja que viene empujada por un burro. Le damos unos cuantos riales y nos montamos atrás, deslumbrados por el hermoso paisaje en el que nos hemos sumergido. Las montañas rocosas que habíamos dejado atrás en Hais aquí comienzan a desnudar un poco su verdor, y un pequeño valle nos deja deleitarnos cruzando un riachuelo que ha nacido de las lluvias que han caído sobre las cordilleras lejanas. Mi corazón ha comenzado a latir de prisa, como si acabara de descubrir un tesoro escondido en la profundidad más intacta de esta tierra desconocida. A unos cien metros, un grupo de monos amenazan el sembrío de uno de los agricultores locales. Nos aproximamos a nuestro destino contentos. Por fin hemos llegado. Los tres pacientes, todos de una misma familia, lucen saludables. Sus heridas ya se han cicatrizado y ha llegado la hora de quitarle los puntos. Abdullah se pone sus anteojos y toma la pinza y manos a la obra. Yo tomo fotos para poder reportar el antes y el después de la operación.

Luego de terminar nuestro trabajo, los residentes locales nos invitan a comer. No podemos decirles que no, y la comida ya viene en camino. Dos mujeres traen las ollas mientras nos sentamos en cuclillas con ocho hombres que han llegado repentinamente. Luego de devorar el banquete en menos de diez minutos, los hombres de han dispersado rápidamente, siguiendo a pie de letra las tradiciones Yemenitas. Luego de terminar nuestra comida y bebernos cada uno una taza de té, Abdullah y yo procedemos a iniciar nuestro camino hacia el vehículo. El burro no regresa. Por ende, tenemos que atravesar un sembrío para poder atajar el vehículo en un punto más cercano. Dos jóvenes nos guían por entre los maizales. De repente, voceo “culebra, culebra!”. Los jóvenes salen disparados corriendo y Abdullah por poco se desmaya. Mi risa explosiva me delata y mis acompañantes se burlan uno de los otros en un intento fútil de probar que ninguno se asustó. Llegamos al vehículo y nos dirigimos a Hais. En el camino, le comento a Abdullah que Fwzyah no quiere regresar al trabajo. Me dice que conoce la razón. Al parecer, el día anterior, Abdullah la encontró trancada en su oficina con un cliente. Cuando el cliente se fue, Abdullah la confrontó y la agarró por un brazo, culpándola de que no podía hacer eso. Qué pensarían los demás, le voceaba enojado. Como podía trancarse en la oficina sin otro acompañante masculino, como por ejemplo su padre, su hermano, o su esposo. Mientras Abdullah me concluye la historia, me dice que no me preocupe. Fwzyah no va a dejar el trabajo. Mañana se disculpa con ella. "No estuvo bien tomarla del brazo…"

Al regresar a Hais, Abdullah me pide que lo acompañe a masticar Qat en casa de Bakheel. Compramos nuestros ramilletes y nos dirigimos a la sesión. Luego de dos horas de seria masticadera, el cuarto llamado a la oración nos indica que ya es hora de escupir el Qat e irnos a bebernos el concluyente te con leche. Ya la noche ha caído sobre Hais. Me dirijo en silencio hacia mi apartamento mientras le doy gracias a Dios por otro día en Yemen. La mañana siguiente, me despierto brioso a recibir otro nuevo día en el Tihama. "Que me traerá la jornada de hoy?" Me pregunto pensativo, mientras tomo mi jarra y me dirijo al baño.

10 comments:

  1. Waooo Alan , me parecio estar contigo por la forma tan espectacular en que narras!!!

    Carolyn

    ReplyDelete
  2. mi harmanaso mortal este.. un abrazo desde aca

    Markuliz

    ReplyDelete
  3. Hola alan, feliz de leer lo nuevo que tienes, tengo varias inquietudes que me gustaria que me respondas. tu hablas el idioma de ellos?. TU usas el Qat? y cuando terminas tu trabajo en Yemen y regresas a tu Quisqueya la bella

    ReplyDelete
  4. Querido comentarista anonimo (me encantaria saber quien eres por cierto...)

    El arabe no lo domino, pero lo se leer y entiendo un 40-50% de las conversaciones, y me puedo dejar entender sin problemas. El Qat lo uso en dias especiales. Es una gran manera de entablar relaciones duraderas con los hombres locales, y realmente es la unica fuente de diversion que existe en Hais. El trabajo se termina el 30 de Junio....Bueno, un abrazo para ti, lector anonimo!

    Alan

    ReplyDelete
  5. Ayyy Alan el jarrito de agua jajaj.. otra vez!! Ay quesetooo.. pero impresionante la manera en que narras.. como siempre me encanto.. el dia en Yemen depara cosas dieferentes y me encanta vivirlo atraves de ti.. Sabes que seria muy xulo si en algun post nos pones algunas palabras en arabe para irla aprendiendo.. juro que cada vez que veo un twit de Pacht digo que me la voy aprender.. pero me se olvida jajajajaj.. Nada un abrazo desde aqui y espero sigas bien.. nos vemos en twitter!!!

    ReplyDelete
  6. Alan, tremendas tus narraciones, siento como si las vivieras. Te extiendo mis felicitaciones por tu trabajo y dedicación. Un abrazo.

    Lourdes

    ReplyDelete
  7. Alan gracias por contestar a mis preguntas la verdad que cada nuevo dia es un reto en Hais, que Dios te ilumine cada dia.

    ReplyDelete
  8. hola Alan muchas gracias por responderme las preguntas, eres muy especial, (soy el anonimo) me encantaria conocerte en persona, mi nombre es Nathalia Pichardo y mi correo es mia2616@gotmail.com

    te cuidas mucho...

    ReplyDelete
  9. Me encanto este post. Felicidades.

    ReplyDelete
  10. Increible!!!! Segun narrabas tu dia en yemen me imaginaba cada detalle, si creiste que estaba intersada el en toda tu experiencia y la vida en yemen el dia en la casa de Ronnie y que no te dejaba de hacer preguntas, imaginate ahora lol...me encanta leer tus historias.

    ATT: Yadi

    ReplyDelete