El ambiente esta tenso. Los alientos cargados. Mientras afuera el viento de noviembre arrastra consigo todo lo que encuentra a su paso, adentro los corazones se desbordan ya que el destino de una vida está en juego. La negociación es clara: La mano de Hanadi. Aunque no conoce a su futuro esposo, sus diecisiete años de vida han sido una continua espera para este decisivo momento. Sus manos tiemblan nerviosamente mientras oye a sus padres negociar su precio con su potencial suegra. Su belleza ingenua, que desde sus doce años solo ha sido vislumbrada por sus familiares cercanos, pronto será irrumpida por un hombre desconocido al que espera amar. “En occidente, el amor se trata de cosechar antes del matrimonio, mientras que en Yemen, lo cosechamos después que el anillo esta puesto”, me expone Abdullah, que se casó a los veintiocho años con una adolescente de catorce. “Ya mi esposa y yo tenemos trece años juntos, y te puedo decir de todo corazón que nos hemos llegado a amar profundamente”, me explica el compadre, mientras le pasa cincuenta riales a su quinta hija, que con solo cuatro años parece sabérsela todas. Mientras Hassan se muerde las uñas mientras espera ansioso la respuesta de su afanada madre, aquellos que lo acompañan en su diaria sesión de Qat intencionalmente aumentan su agitación. “Hassan, no te preocupes, que si la familia de Hanadi no te acepta, el jabón siempre estará allí para ti” comenta Bakheel, con una perversa sonrisa plasmada en su rostro. “Les digo, si no me va bien en la venta de Qat, creo que me voy a meter en el negocio de los jabones, ya que al parecer es una comodidad en eterna demanda en Hays”, comenta Abdul Rakim, mientras Hassan lo mira estoicamente, masticando lentamente su hojuela narcótica.
Unos días antes, Rita todavía convivía íntimamente en el dolor de Hassan. “Ella misma se clavó el cuchillo. En vez de apoyarme cuando más lo necesitaba, eligió al oro en vez de a mí”, amargamente vomitaba el descorazonado, que ya buscaba rápidamente darle uso al dinero con otra mujer. En Yemen, es necesario no solamente pagarle al padre, sino ofrecerle a la futura mujer diversas prendas de oro, que muchas veces pueden superar los tres mil dólares. “Alan, aquella frase destruyó el amor que sentía por ella: --“Hassan, aunque le des ese dinero a mi padre, si no compras el oro no me casaré contigo”—“. “Así que mi hermano, la boda va como quiera. No te imaginas la cantidad de familias dispuestas a darme la mano de su hija por esa suma”. “Inshallah Hassan. Inshallah.”
Continuará…
Thursday, October 29, 2009
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ReplyDelete" No te preocupes que si no te acepta el jabon siempre estara alla para ti " jajajaj andel diahh!! esa si esta buena!! oye que locura lo del otro con la nina de 14 anios! Wow!!
ReplyDeleteSr. were
Qué falta de gracia la Rita esa! jum!
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