Tuesday, October 20, 2009
Resplandores Eternos
Aunque la palabra ‘remoto’ siempre ha formado parte de mi vocabulario, el respeto que le tengo a este vocablo se solidificó enormemente luego de visitar a Jabal Bura. El lugar es una de las cuatro aéreas protegidas en Yemen, siendo parte de este exclusivo grupo ya que estas imponentes montañas que se levantan frente al desierto del Tihama están repletas de una fauna y una flora endémica que contiene diversas especies en vía de extinción. “En el tope de estas montañas viven tribus peligrosas”, me comenta Hassan, exponiendo el temor instintivo que le tienen los pobladores del desierto a todas las tribus que viven en las montañas. “Hassan, vamos para arriba mi hermano, y olvídate de eso, que si llegamos de manera amistosa estoy seguro que nos recibirán como príncipes”, le comento tranquilo, respaldado por mi guía Bradt que confirma lo dicho. Mientras nos preparamos para iniciar el rocoso y empinado camino hacia el tope, un grupo de mandriles nos observa cautelosamente, confirmándonos que en definitiva estamos entrando en territorio apache. “Alan, por lo menos vamos a buscar un guía. No te imaginas lo fácil que es perderse en estas montañas”, me suplica Hassan. “Compadre, pero si no estás viendo el poblado en el tope! Para qué carajo necesitamos un guía si desde aquí vemos el destino final?”, le respondo irritado, queriendo como siempre lanzarme a lo desconocido de manera impulsiva. Luego de una hora de gateo intensivo, anonadados por los enormes precipicios de lado y lado, la cautela de Hassan se materializó. “Compadre, el camino termina aquí. Y ahora qué?”, le pregunto cabizbajo, esperando la inminente pela de lengua que me hubiese esperado si no fuera su jefe. “Señor Alan, vamos a devolvernos”, murmura Hassan, sus gestos sutilmente expresando su fastidio. “No hay problema comandante!”, le respondo sumisamente. En nuestro gateo de vuelta, el universo pareció haber escuchado nuestras plegarias. “Están perdidos?” Nos pregunta Abdullah, un hombre cuasi chivo que ha vivido toda su vida en el tope de Jabal Bura, que al parecer andaba buscando par de gallinas ya que sus dos hijos llevan a los dos animales por las patas . “Pues es obvio”, le responde Hassan, con una media sonrisa adornando su rostro. “Síganme!”, nos indica Abdullah, apaciguando el temor de Hassan con su amistosa y hospitalaria actitud. Mientras Hassan y yo, que andamos armados hasta los dientes con tenis nuevos y apariencia campista, vamos en cuatro patas rezándole a Allah para que no nos trague algún precipicio, los tres personajes que nos acompañan andan campantes con sus chancletas en pies y sus gallinas en mano. “Pero por amor de Dios, y como es que aquí vive gente?” pregunta Hassan, luego de tener dos horas caminando entre los peñascos que aderezan la pendiente de cien grados. “Es obvio”, nos responde Abdullah. “Hemos vivido en estas montañas desde la prehistoria”, nos comenta afianzado, devolviéndole a Hassan su media sonrisa. Luego de más de tres horas de camino, el remoto y arcaico poblado medieval se distingue entre los arbustos. “Hemos llegado”, anuncia nuestro guía. Mientras mis pupilas se adaptan a la exquisitez del paisaje salvaje contrastado con la visión de un pueblo cuasi celestial, mi espíritu agradece en silencio la oportunidad de presenciar aquel ensueño de lugar. Ruqub se desvela como un ángel seductor entre los sembríos escalonados de café y de Qat. Parece la obra maestra de algún Dios Griego que quiso demostrarle al mundo su sublime visión para personificar la divinidad en un pueblo. “Woooow!” susurra Hassan lentamente, sumergido en un trance causado por la mezcla de no poder concebir un lugar tan remoto y tan hermoso al mismo tiempo. Mientras nos sentamos exhaustos en un escalón, una trulla de menores rápidamente nos rodea, la mayoría fascinados por ver por primera vez un extranjero en su pueblo. “Marhaban (Bienvenidos)!”, nos entona un grupo de hombres que se han aproximado debido al revuelo ocasionado por los niños. “Siéntanse como en su casa”, nos expresa uno de los pobladores, confirmándonos uno de lo más grandes atributos de la raza árabe: la entrañable hospitalidad. Momentos después, luego de decantar el cansancio de la larga caminata, nos invitaron a quedarnos en una de las viviendas, que construida peñasco sobre peñasco, parece más un acto de fe que cualquier otra cosa. Nuestros agradecidos espíritus rápidamente aceptan la invitación, y nos acomodamos en el mítico lugar. “De dónde eres?”, me pregunta uno de los hombres, luego de sentarnos en un gran círculo con aquellos privilegiados seres en el tope de una vivienda a embelesarnos con las majestuosas montañas y a disfrutar del Qat que acaban de cortar en uno de los sembríos. “Soy Dominicano”, respondo orgullosamente. “De verdad?”, me pregunta uno de los anfitriones. “Pues te tenemos una sorpresa!”. De repente, el individuo se levanta y saca una caja de domino de debajo de una gaveta. Sin saber si todo es una enorme coincidencia, suelto una enorme carcajada que rápidamente se exalta en el profundo eco de las montañas. Aquella surreal escena, una tribu yemenita en el tope de una remota montaña, jugando domino bajo el cielo estrellado, en definitiva merecía una gutural y orgánica risotada. Luego de ser literalmente tratados como príncipes por varias horas, nuestros afectuosos huéspedes se despidieron, y nos dejaron en soledad con las estrellas y las oscuras siluetas de las montañas que nos acompañaban silentes. En aquella profunda quietud inmemorable y eterna, lo único que resonaba en mi interior era una poesía que brotaba etéreamente de lo más profundo de mí ser:
Al ritmo de un pulso eterno caminando voy...
La vida extendiendo sus sentidos,
el globo girando sin sentido,
la luz en mi cara,
de frente.
No importa el lugar ni el destino,
El peregrino carga siempre consigo el camino.
La verdad ya no tiene donde esconderse,
Irradia efusivamente de nuestros corazones perennes.
Estoy lleno de amor,
Ohh si lo estoy!
Universo, clama todo lo que te pertenece!
Estamos colmados de amor, Ohh si lo estamos.
Nota: Las dos fotos no son de mi pertenencia. Al no llevar camara en aquel viaje, volver de nuevo se ha vuelto imprescindible. Pero en definitiva, no quiero que los lectores se queden sin por lo menos tener una pequena idea de aquel increible lugar.
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Bueno Alan MORE cada dia nos sorprendes mas,eres increible, siempre buscando mas alla de donde debes, Gracias Hassan por haberlo hecho recapacitar de que no debia subir si hubiese andado solo estamos seguros de que hubiese subido, la verdad que te admiramos, sigue adelante eres un ser humano grandioso. Que DIOS te bendiga grandemente y te proteja, ya ven te queremos ver todos, pero ANA tu MORE mas....besos
ReplyDeleteGracias por compartir todo esto y recordarnos cada ver mas que existe un Dios tododeroso y ese lugar es una muestra de lo marabilloso que puede ser.
ReplyDeleteNo dejes de escribir!!!
Hola, veo tu blog por primera ves hoy y no eh podido dejar de leer, no soy de comentar en ningun blog, solo leo en silencio, pero lo de los Dominos me obligo a escribir, en buen dominicano "Mi hermano que fuerte", un juego de domino en ese lugar y que lo asociaran con los dominicanos eso no tiene madre, amigo le tengo anvidia de la buena y ojala o ishallah algun dia tenga el honor de conocerle.
ReplyDeleteAlain alvarez