Tuesday, October 6, 2009

En las Montañas de Taiz, Belleza, Magia, y Destruccion

El aliento catártico de mil vidas se destila en esta cordillera, que baila incierta entre el destello de vidas pasadas y un futuro sobrecogedor. Mientras iniciamos nuestro andar por el rocoso camino que conduce a la casa del curandero, se observan figuras en la oscuridad que apuntan sus miradas detrás de las pequeñas ventanas que reposan sobre las casas de piedra. Las montañas nos rodean silentes, con su verdor sutilmente expuesto, casi inédito. Se observan algunas mujeres, todas vestidas de colores brillantes, la gran mayoría con sus rostros desvelados. “En estas montañas remotas todavía se vislumbra la cultura original de Yemen. Si miras fotos de nuestro país de hace más de cincuenta años, te das cuenta de que las mujeres no acostumbraban a velar su rostro”, me comenta Bakheel, como si deseando regresar a las costumbres del pasado. “Esa costumbre la hemos heredado de nuestros vecinos norteños, los Sauditas, que nos han llenado la cabeza de ideas Wahabitas”, me explica. En el tope de una colina, se expone la casa de nuestro huésped. Es un lugar paradisíaco, jubilado de éxtasis por el contraste intenso de las nubes anaranjadas que engalanan el cielo, y el verdor intenso que brota de la tierra. El tío de Bakheel, un conocido brujo local, rápidamente se aproxima a recibirnos. “Ahlan wa Sahlan (hola y bienvenido)”, me vocea brioso. Ahmed Basheem ‘cura’ todo tipo de calamidades. Mientras me aproximo a su casa, observo a un hombre enjaulado en una pequeña choza, sus piernas amarradas con una cadena de metal. “A ese señor le estamos dando un tratamiento de soledad, para que cese la confusión que aturde su mente”, me explica. “Ya lleva cinco años aquí”. A mi lado hay una señora llorando en silencio. “Ella ha perdido la razón luego de ser abandonada por toda su familia”, me revela Ahmed, señalando a la mujer, que sufre inconsolablemente. Luego de una sesión de Qat en el tope de la colina (mientras yo me pierdo explorando las montañas), avistando los valles que se forman entre los cerros, los hombres deciden entrar al diwan (sala) para mirar la televisión. Mientras Arnold Schwarzenegger destruye varias ciudades en las imágenes que hipnotizan a todos, uno de los huéspedes comienza a cantar una antigua canción alabando a Allah. Todo el mundo rápidamente se une a la copla, y mientras Arnold sigue su curso de destrucción, el diwan se llena de un aire místico y sagrado. Mientras esta ironía plaga mi mente de pensamientos, Bakheel me murmura “Estos contrastes cada día se hacen más evidentes en Yemen”. Mientras los niños cantan la canción despreocupados, más atentos a la película que a la especial y profunda ocasión, aquellos factores que impulsan los conflictos se hacen evidentes en la cantidad de muerte que se refleja en estas remotas montañas, todas emitidas por nuestro aparato preferido. Quienes serán lo que impulsan la violencia en estas zonas remotas? Cuáles son las ideas que le llegan a estas personas desde nuestras tierras? En este especial momento, Arnold tiene la respuesta.

1 comment:

  1. Lo irónico es que en mi mente tu experiencia ha dado un giro 360. Antes de irte, al igual que la mayoría de las personas de occidente, pensaba que esos países estaban llenos de crueldad e injusticias. Mientras leía tus historias fui cambiando la imagen mental que tenía del país... sólo para volver al punto de inicio. Parece ser que aunque los medios de comunicación a veces "exageran" un poco las cosas, al fin y al cabo se acercan más a la realidad que alejarse. Cuánta barbarie. Cuánta injusticia. Cuídate mucho amiguito. Se le quiere de vuelta en esta islita.

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