Sunday, October 18, 2009

Mentes Fervientes

En esta caliente noche desértica, mientras lentamente siento mi cuerpo derretirse en el hirviente colchón, un enorme bullicio enardecido se despliega en las calles de Hais. Son las cuatro de la mañana. Quién podrá ser, me pregunto, entre estas quimeras sudorosas de anhelos pasados y futuros inciertos, que se atreve a irrumpir tan violentamente en este frágil sueño que dio tanto trabajo cultivar? Pues la mezquita local, claro. Que otra religión tiene tanta influencia en la vida de sus seguidores que es capaz de levantarlos a todos a las cuatro de la mañana, irrumpiendo impetuosamente sus horas más sagradas? Me imagino esta situación ocurriendo en nuestro país, todos durmiendo como lirones luego de una larga noche de beba y dominó, y la bendita mezquita galopando sus decibeles por las habitaciones y pasillos de nuestras casas. Como reaccionaríamos? Un pensamiento: que no cunda el pánico! No creo que el fervor religioso de todos nuestros habitantes combinados pueda llegarle cerca al intenso entusiasmo que rodea a la religión de Mahoma en el centro de su corazón palpitante. Hace unos días tomé un autobús a Sana’a. Aunque eran las tres de la mañana, el chofer prendió su radio y puso el Corán (Si, el Corán es cantado en la radio y en la televisión; creo que es por esto que muchos se lo saben de memoria). Aunque todos trataban de dormir, algunos poniendo almohadas sobre sus cabezas y otros tapándose los oídos con lo que encontraran, nadie se atrevió a levantarse y decirle al verdugo que bajara un poco el radio. Y quien se atreve a decir algo que pueda ser tomado como una ofensa a la palabra literal de Dios? Pues nadie! Y claro, sobre todo no mi persona. Es por eso que aquellas seis horas eternas los versos del libro sacrosanto adornaron la incomodidad y el fastidio de todos. Que es lo que tiene esta raza que es capaz de engendrar y esparcir las tres religiones más poderosas de los últimos milenios, influyendo a todo el globo con su enorme fervor religioso? Mientras sigo en mi cama, derritiéndome como una vela en esta hirviente noche desértica oyendo al Imam esparcir sus gloriosos versos sobre el altoparlante, es posible que esta pregunta se responda por si misma. Aunque no lo crean, se que en algún momento de mi vida me hará falta dormirme al son de esta mística religión que penetra todos los espacios vacios que existen en este imperio de corazones brotados de la idea de Dios.

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